Cortado

Tras salir del camposanto con los primeros signos de salir del shock ,esas lágrimas que te hacen comprender y empezar a asumir lo ocurrido, ella,la que influye en todas y cada una de las decisiones,tuvo una idea de las suyas.

Gisella,de carácter al menos igual de fuerte que el suyo,pero con menos arte a la tijera decidió que era el momento ideal de ir a la peluquería. Ketty lo habría aprobado.

Ya en la peluquería de barrio llegó el momento del corte.

Dio igual que estuviéramos recibiendo un corte al mismo tiempo mi hijo Jorge y yo,que la pelu tuviera dos artistas del bigudí,que estuviésemos en Vallecas o que estuviera ladrando nuestra peluda Ari consentida por la propietaria del lugar.

Me vi con una guapa treintañera de pelo rubio corto detrás mimando y arreglando mi feo y enredado horror teñido, con una preciosa hija con la cara cubierta de pecas enredando por allí, con un marido pasando con la furgoneta y saludando y con un ser celestial llamado Patxi ladrando por sus derechos. La felicidad era eso y no lo sabía.

Como hija del juez de paz ella tuvo que poner orden en mi ensoñación avisando que el corte, como siempre,gratuito para sobrinos guapos (para los no tanto como yo,por compasión imagino) ,había terminado.

No sé si se sintió halagada,pero la profesional del corte sonrió y pareció comprender al sacudir con el cepillo una mezcla de restos de pelo y gotas de tristeza.

Hasta siempre,Ketty.

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