Fin de curso

Es domingo, día libre de trabajo y no estoy corriendo. ¿Qué me pasa,doctor?

Este blog se llama «Familia en apuros» por algo. Como en todas ellas siempre hay dificultades,sean del tipo que sean. Si no hay adversidades o complicaciones hay actividades o emociones por lo que no suele haber descanso.

Hoy me he levantado cansado pero sin estrés, sin demasiadas ganas de castigar el cuerpo pero sí con la intención de mirar atrás sin ir demasiado lejos y valorar lo que ha pasado en este último curso en casa.

El 21/22 era el de los inicios y los finales. Mayor y pequeño terminando etapa y mediano empezando. El primer curso de esa normalidad rara de mascarilla en ristre y miedo de todo, de lo que podía pasar en el curso y sobre todo del qué ocurriría después.

Mis hijes,en lo cotidiano no nos necesitan para nada, somos simplemente conseguidores de recursos y patrocinadores de seguridades y confianzas porque las certezas ya saben que no existen.

O eso pensábamos.

Mientras el «pater familias» miraba embobado su medalla de maratoniano primerizo saltaba la primera señal de alarma escolar. De repente y sin previo aviso un lunar genético brotó en la piel de un heredero. Del boletín de notas manaban sobresalientes y notables hasta que un cromosoma del padre se manifestó.

Un suspenso claro en matemáticas para un tipo de letras como yo podía doler pero uno para alguien de ciencias cuyo tutor era el profesor de … matemáticas era un problema.

El examinado nos calmaba con un ya saldrá,pero los resultados «no se daban». Las «derivadas» de aquello podrían ser un problema crucial, «integral» y en casa lo único de ese tipo que conocemos es el pan del «maratoner» .

Las clases particulares parecían ser la solución,las hubo y se añadieron como parte del problema cuando otro miembro de la familia tomó una prestada ante un suspenso parcial y la convirtió en un 9 en el siguiente examen.

Aquello que hubiese tenido un efecto desolador en cualquiera afectó positivamente en la economía familiar (clases inútiles en este caso) y de aquella manera al zagal que cambió dieces por nueves y ochos por sietes.

Mientras todo esto ocurría los padres,nulos en conocimientos veían como la mayor seguía camino velocidad de crucero a la Evau y el pequeño veía las orejas al lobo y mejoraba sus resultados poniendo algo de carne,no toda,en el asador.

Mientras el padre se colgaba la medalla de su segunda maratón en seis meses y la madre la de la asociación de víctimas del running bajo el cierzo maño les chiques se acercaban a los muros de sus Filipides de un modo inevitable.

Poco después les hijes comieron adoquines de Zaragoza mientras veían en el Paseo del Prado como el padre se comía los del suelo del Barrio de las Letras con una zancada sufriente,agotada,pero segura de llegar a la meta del tercer maratón del curso.

Quiero creer que esto no es solo un recurso épico del que escribe para hacer ver que con esfuerzo y algo de disciplina todo se puede lograr pero temo que no tuvo nada que ver ya que elles,al menos en eso,ya venían «esforzaos» de casa.

Al final de la primavera el papá inconsciente hizo lo que nunca hay que hacer. Sacó cuentas con la mayor para ver qué notas necesitaba en la prueba de acceso a la universidad para elegir estudios. Le recordó al «matemático» lo que sueña con estudiar como acicate y le sacó los colores al pequeño instándole a ver como sus hermanes se «dejaban los cuernos» en la mesa de estudio.

Arrepentido desde el segundo siguiente al discurso,casi diatriba, no podía esperar al resultado,aunque sabía que el camino,lo más importante, había sido duro pero irreprochable.

Primero llegó el boletín del junior y las palabras de su tutora «se nota que se ha esforzado».

Luego recibí en el trabajo las notas de la mayor. Tuve que sentarme. El brillo de sus notas, deslumbrante,me mareó y tuve que llamarla para comprobar que no había errores tipográficos.

Tras ello quedaba el triple salto mortal. Quién superó estoicamente afecciones y enfermedades desde su alumbramiento ahora sentía la presión no solo de un primer suspenso entre los hermanos ,sino de ver que les otres dos habían cumplido con creces en su particular competencia sorprendentemente sana.

No sé cómo pude dudar de él,aunque el mismo lo hizo. Pesado,sentimental y de mil prontos como su padre y cabezota y ambicioso como su madre logró no cejar y superar la adversidad,justo la misma idea con la que nació este blog.

Aún no lo cree y se pregunta cómo lo hizo. Los demás lo sabemos.

Enhorabuena hijes. Adelante.