Mi último gol apache


Con la frente marchita
Las nieves del tiempo platearon mi sien
Sentir
Que es un soplo la vida
Que veinte años no es nada
Que febril la mirada

Errante en las sombras, te busca y te nombra.

Cuando era un chaval la música de mis abuelos me parecía vieja, caducada ,aburrida. Ahora, en tiempos en los que la mía no solo es del siglo pasado sino que ha quedado enterrada en los bajos fondos de las listas clandestinas de Spotify no he tenido más remedio que acudir a Gardel.

Ahora (lento que es uno planteándose esas cosas) me doy cuenta de que el amor de mis abuelos pudo ser en algún momento tan emocionante como un tango. Seguro que también fue chotis, bolero, pasodoble o incluso milonga. Pero fue único,auténtico,real.

Como han sido todos estos años.

Han sido más de siete mil días ilusionantes,emocionantes,duros,estresantes,dramáticos,felices,tristes,divertidos, decepcionantes. No ha faltado absolutamente ninguna emoción en estos cuatro lustros en los que de azul,de rojo,de pistacho,de verde,de gris,con corbata ,chaqueta,chaleco o con gorra hemos defendido los colores como lo hicieron los rojinegros del Racing de Madrid hasta su último estertor , con todo el ardor y el coraje que hemos podido.
Sin ir más lejos el cachondo del algoritmo puso en mi pantalla el vídeo en el que al echar el cierre del supermercado de la COVID mis compañeros y yo,mascarillas en ristre,eramos ovacionados por los vecinos,saludados por ellos cláxones de los autobuses en gratitud al esfuerzo y a la exposición de quien simplemente hacía su trabajo.
La conciencia tranquila y el ánimo intacto tras mil heridas hacen que el cambio de color solo sea eso,un paso hacia adelante con el orgullo de lo aprendido y con la mirada al frente.

Gracias y hasta siempre.

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